Bajé la mirada, de pronto la palanca de cambios, su color y su forma, tenía una importancia inefable y un poder inescapable. De pronto esa palanca controlaba la barrera entre las lágrimas y la compostura. Sentí que se me iban torciendo los labios y los mordí. Sentí que me empezaban a arder los ojos y maldecí mi debilidad. De pronto el aire dentro del auto no era suficiente para mi pronto ataque de nervios. De pronto sentí el conocido y pesadísimo pedazo de metal imaginario que se posaba sobre mi pecho y que anunciaba la hiperventilación. De pronto solamente el silencio y la angustia. De pronto sólo miedo.
‘Hey’ – Me dijo tocándome suavemente la mano.
No lo quise mirar. No lo pude mirar. Miré hacia el otro lado, hacia la pared de ladrillos viejos del lado de mi ventana.
‘Hey’ – repitió, esta vez volteándome el rostro hacia él.
‘Aquí tengo un trabajo que me gusta y que paga más o menos bien. Aquí están mi familia y mis amigos de toda la vida. Aquí he nacido y he crecido. Sabes qué? Aquí nada de eso me importaría mucho si no estuvieras tú.’
A pesar de que escuché cada palabra, cada sílaba con toda la atención que nunca le dí a nada en mi vida, no estaba segura de lo que decía. Busqué en sus ojos alguna clave, algún código secreto, algún diagrama que me ayudara a entender. El se dió cuenta de mi duda y me dijo ‘Estoy diciendo que te amo y que quiero hacer una vida contigo. Y que si ahora tú tienes una oportunidad en el extranjero, yo me voy contigo’
Algo dentro de mí creció instantáneamente al oír esas última palabras. ‘Yo me voy contigo’. Algo se multiplicó y explotó y pensé que iba a derramarse por entre la piel. Y él, como si después de haberme regalado esa preciosa confesión de amor no fuera suficiente, me sonrió.
Después de los abrazos y los besos y los dulces y ridículos casi-llantos nos compusimos y nos quedamos nuevamente en silencio. Sólo se oían nuestros respiros mientras yo miraba con verguenza mis ojos rojos en el espejo.
Volteó a decirme algo pero justo en ese momento abrió la puerta su primo y subió al auto.
‘Sorry chicos, no me dejaron salir a tiempo. Ya nos vamos?’
‘Nos fuimos’ – Dijo arrancando el auto y preparándose para retroceder. En la luz roja de la esquina de Benavides con Larco me cogió la mano y entre sonrisas cómplices me dijo ‘Eres dulce como la miel’
‘Tú eres mi azúcar’ – Contesté yo.
Y percibí la mueca de asco que se debe haber dibujado en el asiento de atrás y que él debe haber visto por el espejo retrovisor porque soltó la carcajada que fue la gota que derramó el inmenso mar de mi rojo y suertudo corazón.
Imagen: The Embrace II, Beate Emanuel
12 comments:
Precioso.
Y si está basado en hecho reales... feliz historia de amor.
Besotes romanticones
En esa escena, tan cargada de emociones, sobró un personaje. Debieron hacerlo bajarse en el semáforo.
Linda y romántica historia. Beso nena, siempre que puedo me paso por aquí a leerte.
Me ha encantado. Una historia muy dulce!!!!!
una delicia disfrutar de tus kletras
besos
Blue
habrá una tercera parte??
Como dice t3mo, GENIAL.
que ternura!!!
esta muy buena, que ganas de tener a alguien que nos diga me voi contigo, y te acompañe a todos lados, asi nunca estariamos solos!
cuidate!
bye
Hermoso ese relato, Sol querida. Un beso y gracias por acompañarme con tus letras,
V.
Claro que Jorge não podia enganar-me - é muito belo e profundo o que escreves. Tenho pena de não te entender na totalidade, mas a liguagem do coração faz o resto. Gostei.
Un saludo cordial.
António
HOLA
QUE MARAVILLOSO RELATO ME ERIZASTE LA PIEL UN PLACER LEERTE
TE DEJO UN BESO Y CHOCOLATES
Eso ocurrio de verdad? Wow! Que momento! De los que escuchas aguantando la respiracion :)
Ayyy bien pehada yo al cuentoteeeee!! aish! haces que a uno se le antojen estas cosas.
Besos
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