Las gotas heladas se estrellan contra esta ventana enorme y aburrida. Las gotas iracundas se estrellan contra el cemento, los autos estacionados, los paraguas oscuros y apurados. Se estrellan contra todo y se atropellan en el viento que las arrastra sin piedad ni dirección precisa. No hay gorriones ni ardillas ni abejas ni libélulas a la vista. Solo las gotas y la furia de un Febrero despechado.
Observo las gotas empapando la ciudad y me acaricias nuevamente la memoria. Acaricias mi memoria a diario. Es increíble que aparezcas en lugares donde nunca has estado. Te recuerdo en la lluvia que se estrella contra el parabrisas en un jueves gris y mojado sobre la autopista. Te recuerdo en una bolsa tibia de popcorn recién salida del horno microondas en una tarde de antojos. Te recuerdo en un verso de un libro casi olvidado al fondo de un cajón desordenado. Te recuerdo en la luna llena y perla que se despilfarra entre las persianas oscuras de mi habitación. Te recuerdo renegando, sonriente, riendo fuertemente. Te recuerdo miel, seda, suspiro perenne de ayeres idos. Te recuerdo pluma, roble, pelusa terca colgando del aire.
Te recuerdo en mis recuerdos olvidados y en los instantes azules de una vida gris. Te recuerdo siempre y siempre tu recuerdo me dibuja esta sonrisa celeste, estas ganas impasibles de abrazarte, este abrazo insoportable por quererte. Todavía. Y siempre.
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