Yo podría, hoy, subrayar el punto final, incinerar los restos, descuartizar los futuros imaginados. Yo podría, hoy, asfixiar la esperanza ilusa, desprender las moléculas diatómicas de oxígeno, descolgar el sol del asqueroso cielo embadurnado. Yo podría, hoy, si quisiera, si me lo propusiera, si existiera la excusa perfecta, la justificación precisa, la inminente e inevitable razón, despedazar a gritos los amino ácidos que conforman los irises marrones que colorean tu mirada. Si, yo podría si quisiera, arrancarle las pupilas vacías al rojo silencio con el que me miras. Yo podría, hoy, aunque no me creas, aunque jures que exagero, calcinarte los rencores putrefactos, aplastarte los alveolos inspirados, envenenar cada uno de los eritrocitos que pasean por tus venas. Si quisiera, podría envenenar también esa paciencia exasperante, esa calma soberbia, esas endemoniadas bendiciones de tus manos, esas benditas y demoníacas manos.Hoy, si quisiera, podría subrayar el punto final. Pero me quedo con tus bendiciones y tus demonios, con los futuros imaginados e ilusos, con la esperanza cándida, con el sol oxigenando el cielo pulcro, con los desiertos de tus ojos, con el inagotable silencio a veces delicioso, con tus alveolos impecables, con tus eritrocitos palpitantes, con tu insoportable paciencia y tu irritante calma, tan soberbia; y sobre todo, con tus manos, me quedo con tus manos dibujando los caminos, los espejos, los incendios, las furias, los delirios, los desvaríos…
Imagen: Paracas, Alicia Woodman




