Qué difícil es concentrarse en una cosa solamente cuando el cerebro anda enredado entre las musarañas y los sueños inconclusos que se quedaron naciendo sobre la cama. Qué difícil continuar con esta falsa pretención de productividad cuando el propio cubículo incierto se derrumba de dudas sobre sí mismo, sobre la tarde soleada pero helada de este Martes monótono y larguísimo. Qué difícil sobrevivir hoy; pero qué fácil, sin embargo, cerrar los ojos y abrir las alas. Qué fácil sería destapar las puertas y ventanas, despedazar a gritos a la rutina ensordecida, amoldarme con el viento y beberme de un solo suspiro toda la coqueta bahía deliciosamente azul que me sonríe detrás de ese gris y deprimente estacionamiento privado. Qué fácil sería, sí, tirar la cabeza para atrás y dejarla caer por el peso de los sueños. Qué fácil volverme ola y zambullirme por debajo de ese puente que atravieza un pedacito de tierra cortada. Qué fácil abrazarme a las plumas de ese pelícano que sobrevuela las aguas heladas de este fin de Enero convencido. Qué fácil sería, sí, vivir.
Pero el teléfono le descalabra las fantasías desubicadas justo cuando acaba de comenzar a fantasearlas. Lo deja sonar. Lo ignora desdeñosamente, esperando que por fin se silencie esa atrevida interrupción ruidosa. Es solo Martes pero parece Jueves. Es solo Enero pero parece Agosto. Es solo un día pero parecen ocho. Es solo su vida pero parece mentira.
Mentira. Fantasía. Sueño. Un choque descomunal y de pronto la realidad. El tráfico, los papeleos, las meetings, las clases, los reportes, los proyectos, los calendarios y el cubículo insoportable. La realidad. Las cuatro paredes de mentira pero tan de verdad.
Hoy no. Hoy no será una pelusa más que flota en el aire extenuado de la monotonía hastiada de su vida. Hoy no será la cola inane de otro Martes insípido y agobiante. Hoy no será el náufrago que sobrevive a orillas de la cordura. Hoy no será el prisionero de un cubículo desabrido. Hoy el invierno le regala un cielo despejado y encantado. Hoy la ventana le sonríe, limpia y ancha. Hoy decide vivir. Hoy por fin abre la ventana. Hoy se lanza.
Pero el teléfono le descalabra las fantasías desubicadas justo cuando acaba de comenzar a fantasearlas. Lo deja sonar. Lo ignora desdeñosamente, esperando que por fin se silencie esa atrevida interrupción ruidosa. Es solo Martes pero parece Jueves. Es solo Enero pero parece Agosto. Es solo un día pero parecen ocho. Es solo su vida pero parece mentira.
Mentira. Fantasía. Sueño. Un choque descomunal y de pronto la realidad. El tráfico, los papeleos, las meetings, las clases, los reportes, los proyectos, los calendarios y el cubículo insoportable. La realidad. Las cuatro paredes de mentira pero tan de verdad.
Hoy no. Hoy no será una pelusa más que flota en el aire extenuado de la monotonía hastiada de su vida. Hoy no será la cola inane de otro Martes insípido y agobiante. Hoy no será el náufrago que sobrevive a orillas de la cordura. Hoy no será el prisionero de un cubículo desabrido. Hoy el invierno le regala un cielo despejado y encantado. Hoy la ventana le sonríe, limpia y ancha. Hoy decide vivir. Hoy por fin abre la ventana. Hoy se lanza.