El monóxido de carbono empaña la mañana celeste y coqueta que trata de asomarse por sobre este invierno apático. Los motores infectos y despiadados luchan a muerte por ser los primeros en estrellarse contra cualquier cosa, contra el porvenir, contra ellos mismos, contra la existencia entera. La intolerante jaula de acero me aprisiona las alas y las ganas de volar a las nubes y exprimirles más azules condensados. La radio, patógena, anuncia otros miles de empleos perdidos en este cataclismo ecónomico. Esto era la vida? Un diario andar por sobre las grises pistas asquerosas de los caminos desafortunados? Esto era la vida? Una repugnante y congestionada carretera interminable?
Y qué hace mi conciencia inconsciente? Se refugia en el tibio recuerdo de tu sonrisa fresca, de tu mirada verde, de tu media barba matutina, de tu risa roja, de tu pasión contagiosa, de tus cabellos desordenados, de tu voz rasposa, de tus sueños infecciosos, de tus sueños oceánicos, de tu océano fiero, de tu océano impávido.
Qué hace mi conciencia inconscientemente? Me emboba a diario con tu recuerdo indeleble.
Imagen: After the Rain, David Phillips